domingo, 3 de julio de 2016

CAPITULO 16 (PRIMERA PARTE)




—¡Me encanta! —exclamó Paola, abriendo los brazos en el aire mientras contemplaba el espacio que podría ser su cocina—. ¡Es casi el doble de grande que la que tenemos ahora!


Paula estaba igualmente entusiasmada.


—¡Solo pensad en las fiestas que podríamos celebrar en ese patio! Meriendas por el Día de la Madre, brunches de Pascua, fiestas de Halloween… ¡oh, la lista es interminable!


Paula se hizo a un lado, con las manos ocultas en los bolsillos de sus vaqueros.


—Tendríamos que contratar más personal —advirtió.


Paola se rio.


—Eres una de las mejores jefas que hay. No sé cómo, pero siempre encuentras al mejor personal. Hemos tenido a una persona que nos ha dejado después de trabajar para ti, pero sólo porque se casó y se mudaron. ¡A la gente le encanta trabajar para ti!


Paula negó con la cabeza.


—Solo les gusta la comida deliciosa gratis —replicó, desechando cualquier lealtad hacia ella.


—¿Qué hay arriba? —preguntó Patricia subiendo las escaleras a la carrera.


Paula oyó cómo se abría la puerta y se quedó tensa, cautelosa ante lo que pudieran pensar sus hermanas cuando vieran los apartamentos. Un instante después, oyó:
—¡Es perfecto!


Paola subió las escaleras de dos en dos y se hizo un silencio sepulcral cuando debería haberse oído un grito de alegría. 


Paula esperó durante otros diez segundos antes de subir a regañadientes, entonces preocupada.


—¿Qué ocurre? —preguntó Paula al entrar en el primer apartamento.


Cuando vio las lágrimas de Paola y la expresión preocupada de Patricia, casi tropezó consigo misma—. ¿Paola? ¿No quieres…?


Paola se volvió hacia Paula y le dio un fuerte abrazo.


—¡Lo siento muchísimo! —susurró—. ¡No lo sabía!


Paula estaba totalmente confundida, pero envolvió los hombros de Paola con un abrazo.


—¿No sabías qué?


Su hermana se sorbió la nariz e hipó antes de ser capaz de pronunciar las palabras.


—¡Que era una carga para vosotras!


Paula se echó atrás e incluso Patricia se quedó boquiabierta.


—¿Una carga? ¿De qué hablas?


Paola observó el apartamento.


—Siempre habéis estado ahí para mí, pero al ver esto y ver cómo está montado con vuestros apartamentos privados, ahora sé que estáis preparadas para mudaros. Y supongo que yo también estoy lista para vivir por mi cuenta. —Se echó a reír a carcajadas, pero con no poca tristeza—. Aunque tampoco creo que esté demasiado por mi cuenta. Estaréis al final del pasillo.


—¡Hala! —exclamó Paula, levantando las manos y acercándose más. Puso una mano en el hombro de Paola, en un esfuerzo por subrayar sus palabras—. ¡No sigas por ese camino! ¡Adoro vivir con vosotras, chicas! Estoy destrozada porque las tres tengáis vuestro propio apartamento, así que ni se te ocurra pensar que has sido una carga. Llevaba tiempo pensando que tú y las gemelas queríais tener vuestra propia casa para que Pato y yo dejáramos de interferir en la educación de Alma y Aldana. Pero la idea de cambiar cómo tenemos organizadas las cosas me tiene de mal humor.


—¿¡Interferir!? —sollozó—. ¡No podría haber sobrevivido los últimos años sin vosotras, chicas! —Un momento después, las tres reían y lloraban, se abrazaban mientras hablaban todas a la vez y hacían planes para el nuevo espacio. 


Compartían ideas sobre el futuro crecimiento de la empresa y sobre cuánto les iba a gustar a las gemelas vivir allí.


Un largo rato después, estaban sentadas en medio del gran espacio abierto que pronto se convertiría en su nueva cocina.


—¿Estáis seguras de que queréis mudaros? —preguntó Paula, que se sentía débil y acalorada a la vez—. El cambio es muy duro, ya lo sabéis. —Observó sus rostros, tratando de decidir si estaban siendo sinceras con ella. Si veía el menor rastro de dudas sobre el traslado, le suplicaría a Pedro que la ayudara a luchar contra ese tal McDonald.


—Sí —respondió Patricia con total convicción—. Creo que ha llegado la hora. Las posibilidades que ofrece este espacio son increíbles. Y a papá le encantaría ayudarnos a construir los pasajes abovedados que necesita el patio.


—Y las mesas —añadió Paola, sonriente y casi contoneándose de la emoción.


Las ideas que barajaban eran buenas y ayudaron a Paula a superar su miedo al cambio. Eso, y su entusiasmo. Era casi tangible y definitivamente se contagió de él, aliviando casi todos sus miedos. Se le iluminaron los ojos con la idea de una arcada donde la tía Mary pudiera cultivar rosas trepadoras. —¡Y una barra! —pensó Paula con creciente entusiasmo, lo que hizo que las tres hermanas se rieran porque su padre adoraba sus cócteles—. Así que, ¿estamos todas de acuerdo? —preguntó cuando las risas se apagaron.


Paola y Patricia se miraron entre ellas, y después a Paula. 


Las dos asintieron y Paula se sintió feliz y triste a la vez. 


Feliz porque, por primera vez desde hacía meses, empezaba a pensar que aquel cambio podría ser bueno. La novedad de un sitio distinto, una cocina más grande y, ojalá, espacio para celebrar fiestas, ayudaría a su negocio. Pero la tristeza seguía ahí. Habían pasado tanto tiempo juntas en la vieja casa. Había muchos recuerdos felices allí; ¿cómo iban a dejarlos? Pero, cuanto más lo pensaba, al ver las ansias de Patricia y Paola reflejadas en sus rostros, sabía que aquellos momentos felices seguirían allí, pero ahora como recuerdos.


—Estaremos bien —dijo Paola, comprendiendo al instante qué provocaba la preocupación de Paula—. Has sido magnífica consiguiéndonos clientes, cariño. Ahora vamos a poder coger más, así que podemos permitirnos este sitio.


Paula le quitó importancia al comentario con un gesto.


—Es fácil conseguir clientes con vuestra comida. —A Paula le preocupaba algo más que el negocio. Había muchas cosas que no sabía cómo hacer. Como los permisos y la renovación. Su padre había hecho gran parte del trabajo la última vez, pero estaba demasiado mayor para llevar a cabo una renovación tan extensa—. Ya encontraré una solución. Chicas, vosotras preocupaos únicamente de seguir haciendo vuestra magia.


Reprimió sus miedos. Miedos que crecían, ahora que las ideas habían dejado de fluir. Aquella mañana solo había estado nerviosa por el cambio. Ahora estaba preocupada por todos los cambios que tendrían que producirse para poner aquel sitio al día de acuerdo con las normativas. ¡No sabía por dónde empezar!




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