sábado, 9 de julio de 2016
CAPITULO 8: (SEGUNDA PARTE)
Charlaron sobre sus ideas para la boda durante la siguiente media hora mientras la cazuela de huevos que Janine había metido en el horno se cocinaba. Estaban bebiendo café y riendo sobre posibles temas para la boda cuando oyeron fuertes pisadas subiendo por la escalera. Cuando Paola entró de golpe en el apartamento de Paula, parecía preocupada y como si acabara de caerse de la cama.
—¿Qué ha pasado? —preguntó exaltada, sin respiración y aferrada al pomo de la puerta mientras se cubría el vientre de embarazada con la otra mano.
Paula rio en bajo y se volvió hacia Jasmine.
—Supongo que tenemos que mejorar nuestras habilidades comunicativas ahora que no vivimos todas en el mismo edificio.
—No me tomes el pelo —afirmó Paola entrando como un pato incómodo en el apartamento y cerrando de un portazo—. ¿Qué ha pasado? —Se detuvo a olisquear, gimiendo con los ojos cerrados—. Decidme que no estáis bebiendo café —suplicó—. ¡El café es como una droga ahora mismo! ¡Lo deseo tanto!
—¿Más que el sexo? —preguntó Patricia, dando un largo sorbo a su café para pinchar a su hermana.
Los ojos de Paola se abrieron como platos y gruñó.
—Pagarás por eso —le dijo a su hermana—. No sé como, pero espératelo cuando menos te lo esperes, guapa.
Patricia rio y dio otro trago a su café. Era tan divertido meterse con su hermana ahora que estaba tan avanzado su embarazo. Paola llevaba meses sin tomar café y le encantaba el olor.
Paola ignoró a Patricia y se volvió hacia Paula.
—Vale, puesto que esta mujer es malvada, vas a tener que explicarme tú la emergencia. ¿Qué? ¿Pasa? —exigió y arrastró una silla cómoda más cerca de la encimera para sentarse. Los taburetes de la encimera eran demasiado pequeños para su cuerpo de embarazada.
—No pasa nada. —Volviéndose a Patricia, dijo—: Vale, Pau. Cuéntale el notición.
La picardía de Patricia volvió a salir a flote en ese momento y dijo con una sonrisa:
—¡El papi de Alma y Aldana ha venido a la ciudad!
Paula ahogó un grito al instante. Después miró a Paola para juzgar su reacción.
—No está… No somos… —Paula no estaba segura de qué decir. Al examinar la reacción boquiabierta de Paola, supo que tenía que decir más—. Sí, está en la ciudad, pero no estamos juntos. —Brotó el pánico en su pecho y se dio media vuelta, fulminando a su hermana—. ¡Díselo! O… — Paula no era la hermana dura, así que no tenía ninguna amenaza buena preparada. Vio algo moverse por el rabillo del ojo y se le ocurrió una idea—. ¡Díselo o saldré de la ciudad y te dejaré a los animales!
La sonrisa de Patricia se borró rápidamente de su cara y sus ojos salieron disparados hacia el perro enorme que babeaba en la esquina del salón, listo para su pienso mañanero. Al alzar la vista, Patricia vio a Odie encima de la librería, mirando a Ruffus, obviamente a punto de hacer algo malvado. —¡Vale! —Subió las manos—. ¡Greg me pidió que nos casemos ayer por la noche!
Paola parpadeó, mirando a Patricia y después a Paula, sin saber con seguridad a cuál de las noticias reaccionar primero.
—Eh… bueno… —suspiró. Descansando la cabeza en las manos, se frotó las sienes—. Es demasiado temprano para este caos, señoritas.
Paula se sintió aliviada por la prórroga. Cuando la tetera empezó a pitar, se dio media vuelta y sirvió un té herbal a su hermana. Paola tomó un largo sorbo; después, suspiró.
—Ahora —miró fijamente a Patricia—. ¿Cómo te lo ha pedido y cuándo es la boda? — preguntó—. ¡Oh! —Saltó para impulsarse desde la silla y dar un fuerte abrazo a su hermana.
Patricia se encogió de hombros al devolverle el abrazo.
—Todavía no le he dicho que sí.
Aquella era una respuesta extraña, así que Paula intervino mientras cortaba algo de fruta para el desayuno.
—Greg se lo pidió por mensaje.
Paola contuvo la respiración mientras maniobraba para volver a la silla.
—¡No!
Patricia asintió con una mueca.
—Le he dado otra oportunidad. Le he dicho que lo haga mejor la próxima vez.
Paola asintió de acuerdo con ella. Dio otro sorbo a su té y se dio la vuelta para encontrarse a Paula de espaldas a ambas.
—¡Suéltalo ya! —ordenó.
Los hombros de Paula se tensaron. Pero no había manera de evitar aquello.
—Bueno, ¿recuerdas cuando…?
Patricia no estaba dispuesta a dejar que su hermana cogiera el camino más lento.
—No te andes con rodeos. Pedro está en la ciudad. ¿Vais a volver?
—Claramente, no —respondió Paula.
—¿Y cómo ha reaccionado a la noticia de que tiene gemelas?
Paula removió la fruta cuidadosamente, concentrándose en cortar melón y plátanos.
—Bueno…
Patricia cogió la masa de su bollo de canela y golpeteó la mezcla.
—No se lo ha dicho. Van a salir a cenar esta noche.
Paola se volvió hacia Janine.
—Se lo vas a decir esta noche, ¿verdad?
Patricia y Paola observaron, esperando.
—No lo sé —admitió Paula finalmente.
Las hermanas no sabían cómo reaccionar a aquello, pero tampoco tuvieron oportunidad de hacerlo porque en ese momento las niñas entraron bailando a la cocina. Entonces aquello se convirtió en un pandemonio y Paula necesitó toda su concentración para hacer que las niñas comieran y se vistieran para pasar el día.
Para cuando las dejó en casa de su madre, estaba planteándose llamar a sus hermanas y decirles que se iba a tomar el día libre. Solo tenían un evento por la tarde y quería evitar el interrogatorio. Para entonces, su madre y su padre, el tío Juan y la tía Mary ya habrían oído la noticia y tendría que responder más preguntas. Por desgracia, Paula no tenía ninguna respuesta.
Al final, volvió a la cocina, pero únicamente porque en algún momento tenía que hacer frente al asunto. Pero se sorprendió al ver que nadie le preguntó nada. ¡Eso era aún peor! Mientras cocinaba y se preparaba para el evento de la tarde, dejando tanto trabajo hecho como pudiera, tuvo que reflexionar sobre qué podía hacer. Paula debatió ferozmente consigo misma. Habría sido mejor si todos se hubieran limitado a decirle lo que debía hacer. Podría discutir con otra persona. Era muy difícil discutir con las voces de su cabeza.
No estaban realmente seguras de cuál era el plan de acción adecuado.
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