sábado, 16 de julio de 2016
CAPITULO 7: (TERCERA PARTE)
Las manos que había ocultado detrás de su espalda ahora rodeaban el cuello de Pedro, manteniéndolo cerca de ella.
¡Todas sus ideas preconcebidas sobre cómo sería que la besara Pedro desaparecieron! El beso de aquel hombre no tenía ningún parecido con la realidad. ¡Era posesión absoluta! ¡Era pecado puro, sin adulterar! La manera en que movía la boca, uniendo su lengua con la de Paula y exigiendo que participara, era como un chocolate caliente, suave y delicioso. No podía conformarse solo con probarlo. ¡En absoluto! Ese beso, ese hombre, exigían más que un mordisquito.
¡Esa picardía era demasiado adictiva!
De modo que cuando Pedro levantó la cabeza, Jasmine gimoteó de deseo y se mordió el labio.
—No pares —suplicó aferrándose a su camisa. Quería volver a sentir aquellos músculos. Sabía que había estado tocando su pecho, pero no había podido concentrarse en lo que descubrían las yemas de sus dedos porque estaba demasiado fascinada por la manera en que la besaba y por todas las sensaciones locas que la invadían a través de la boca de Pedro.
—Dime quién es Manuel —ordenó, inclinando la cabeza para mordisquearle el cuello.
Ella se estremeció, pero ladeó la cabeza.
—Mi cuñado —susurró.
Pedro se quedó inmóvil durante un momento mientras el alivio recorría su cuerpo. Alivio y confusión.
—¿Lo quieres? —preguntó.
—Por supuesto —respondió ella rápidamente.
—Por supuesto que no —gruñó apartando la cabeza—. No puede tenerte, Paula. Está casado con tu hermana.
Paula abrió los ojos e intentó centrarse.
—¿De qué hablas? —preguntó con apenas un susurro.
Pedro la agarró por los brazos y la sacudió ligeramente.
—No puedes amar a tu cuñado, Paula. Tendrás que superar tus sentimientos por Manuel.
Paula no estaba segura de si quería reírse u ofenderse.
—No estoy enamorada de Manuel—le dijo con tono agraviado.
—Acabas de decir que lo quieres —respondió él.
Paula se echó aún más atrás.
—Lo quiero, sí. Pero no estoy enamorada de Manuel —dijo encogiéndose—. ¡Eso está mal! Está casado con mi hermana y están completamente enamorados el uno del otro.
Pedro se frotó la cara con una mano, intentando calmarse.
—Vale, entonces, ¿quién es Ivan? —preguntó impacientándose mientras intentaba entender sus reticencias.
—Es mi cuñado —le dijo Paula, rodeándolo y abrazándose el estómago. Una vez más, no quería subir los brazos y tocarlo. De hecho, quería hacerlo desesperadamente: tocarlo y acariciar todo su cuerpo con las manos. ¡Cosa que la aterrorizaba! Nunca se había sentido así con un hombre.
Siempre le había resultado fácil guardarse las manitas. De hecho, era ridículo de tan fácil que resultaba que sus citas se
guardaran las manitas.
—¡Oh, vaya! —dijo quedándose sin respiración mientras se llevaba la mano a la sien—. Así que esto es lo que… —Interrumpió su comentario y alzó la vista hacia Pedro—. Da igual —le dijo sacudiendo la cabeza. Siempre se había preguntado por qué su hermana se había quedado embarazada hacía cinco años. Patricia había dicho que no pudo evitarlo, que ella y Ivan habían dejado que las cosas se les fueran de las manos. Sin embargo, Paula nunca había experimentado eso con los hombres con los que había
salido.
También recordaba aquella vez en que pilló a Paola y al que ahora era su marido. «Hum…, también era su marido por aquel entonces… La vez en que los pillé en el armario de la escoba». Se rió en alto al recordarlo.
Pedro estaba a punto de explotar.
—Paula, si no empiezas a explicarte, empezando por contarme qué es tan gracioso de repente, no sé qué voy a hacer.
Ella alzó la mirada hacia él y de pronto se le ocurrió que no le tenía miedo. Tal vez fuera alto, enorme y musculoso, pero su amenaza no la asustaba. No la haría daño. No entendía cómo sabía eso de un hombre al que acababa de conocer hacía menos de doce horas, pero algo instintivo le decía que estaba a salvo con él. Bueno, no tan a salvo de él como de sufrir daños físicos. Aquel hombre conocía su fuerza y no la haría daño. En absoluto.
—¡Paula! —espetó.
—¿Qué? —saltó ella.
—¿Quién coño es Ivan? ¿Y qué quieres decir con eso de que lo quieres?
Paula suspiró y anduvo hasta una tumbona, que aún no habían recogido para la noche. Era más seguro… O quizás era una distancia más segura con respecto a él, que le permitía centrarse un poco en la conversación.
—Manuel e Ivan son mis cuñados. Son unos caballeros muy amables y quieren mucho a mis hermanas.
Pedro deslizó las manos en los bolsillos, intentando contenerse de agarrarla y volver a besarla. Por fin empezaba a conseguir respuestas, aunque estaba muy sexy ahí sentada con su vestido rojo, y ese profundo cuello de pico le permitía ver un resquicio de su escote.
—¿Cuántas hermanas tienes? —preguntó sentándose junto a ella.
«Ya está bien de meterse las manos en los bolsillos y no tocarla», pensó. De hecho, se deslizó a su lado y, un momento después, la sentó sobre su regazo.
Paula se puso rígida durante un instante. Se resistía a su abrazo. No quería relajarse sobre ese cuerpo, pero ese hombre tenía algo que hacía que siempre se saliera con la suya. De modo que después de un breve forcejeo, volvía a estar apoyada sobre sus hombros, con la espalda sobre el pecho de Pedro mientras miraban juntos las estrellas.
—Estás haciendo trampas —dijo cuando las manos de éste se deslizaron por sus brazos desnudos, haciendo que se le pusiera la piel de gallina. Esas mismas manos empezaron a masajear los tensos músculos de su cuello y hombros, haciendo que suspirara cuando la tensión abandonó su cuerpo a base de masajearlo.
—Lo sé. Ahora explícate.
Paula suspiró y se movió hasta que se encontró más cómoda, haciendo caso omiso de un gruñido de dolor de Pedro. Seguía sintiendo algo duro, pero estaba decidida a ignorarlo.
—Ya te he dicho que soy una de tres hermanas. Somos trillizas. Siempre lo hemos hecho todo juntas. Bromeamos diciendo que nacimos juntas y que nunca llegamos a separarnos.
—¿Incluso en el colegio? —preguntó Pedro.
Paula rio suavemente, muy relajada al sentir aquellas manos presionando todos los puntos de tensión de sus hombros. ¡Se sentía increíble!
—Patricia y yo somos chefs, mientras que Paola es la brillante empresaria detrás de nuestra operación. Y no, el colegio es el lugar donde cada una fue por su lado. Nos lo exigieron nuestros padres. Pero tan pronto como terminamos el colegio, Patricia y yo empezamos a trabajar en un restaurante. En un año, estábamos trabajando en el mismo sitio. Ella preparaba los salados, yo los dulces. Cuando Paola terminó los estudios, empezamos nuestra empresa de catering juntas. Mis padres nos ayudaron muchísimo, pero las tres estábamos listas para empezar e impacientes por salir por nuestra cuenta.
—¿Y qué pintan tus cuñados en nuestra relación? —preguntó.
Paula bostezó mientras la mano de él volvía a acariciar su piel.
—Necesito hacer algo diferente.
Pedro sintió que se relajaba aún más contra su pecho. No estaba seguro de si se sentía insultado porque se durmiera encima de él o si se sentía aliviado de que estuviera tan relajada con él.
—Será mejor que te vayas a la cama —le dijo levantándose y sosteniéndola al hacerlo. La oyó ahogar un gritito cuando la llevó abrazada hacia el patio, sujeta a su cuello.
—No tengo muchas ganas de irme a la cama —susurró contra su cuello. Sin embargo, la nariz de Paula rozaba su piel y Pedro se dio cuenta de que estaba prácticamente dormida.
—¿A qué hora te has levantado esta mañana? —preguntó Pedro.
Ella se encogió de hombros.
—No sé si llegué a irme a la cama anoche. Normas de vuelo internacionales estúpidas —farfulló.
Pedro no tenía ni idea de qué quería decir con eso, pero suponía que debía de haberse levantado muy temprano.
—Y ex prometidos estúpidos.
Se rio con esa queja. Él personalmente no estaba enfadado con el idiota que la había dejado escapar.
Bajó la vista hacia sus largas pestañas, que ahora eran visibles porque estaban más cerca del edificio.
«Es una mujer deslumbrante», pensó. Cuanto más la conocía, más confundido e intrigado se sentía.
Ninguna mujer se había quedado dormida sobre él nunca ni lo había vuelto loco de celos. Al caminar con aquella mujer en brazos, esperaba con ansias al día siguiente, impaciente por ver qué desafíos le plantearía.
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