jueves, 14 de julio de 2016

CAPITULO 2: (TERCERA PARTE)





—Me voy —anunció Paula.


De pie en el centro de la cocina del catering, rodeada por su madre y la gemela de esta, Mary, puso los brazos en jarras retando a cualquiera a que la contradijera.


—¿Dónde vas, cariño? —preguntó Maggie mientras pasaba una bayeta por la encimera. Todas se habían dado un festón con las delicias preparadas para la boda, incluyendo más pastel del que ninguna de ellas desearía volver a comer. Aún así, sus esfuerzos no habían terminado ni con una pequeña parte del piso inferior de la increíble obra maestra.


—Me voy a la República Dominicana.


Las cuatro mujeres dejaron lo que estaban haciendo para mirar fijamente a Paula.


Su madre fue la primera en hablar, afirmando lo que evidentemente estaba en cabeza de todas.


—¿Te vas a tu luna de miel?


Paula casi se echó a reír ante las miradas de búho de sus familiares.


—Sí, claro. ¿Por qué no? Ya está pagada. El vuelo, el resort… Es un complejo de cinco estrellas con todo incluido. No puedo recuperar el dinero, así que, ¿por qué no ir y pasármelo bien? —sugirió.


Las otras mujeres se miraron, empezando a sonreír.


—Creo que es una gran idea —dijo Paola.


Patricia también rio.


—Yo también. Voy a llamar a Ivan para decirle que me voy una semana.


Ya estaba sacando su teléfono móvil cuando Paula negó con la cabeza.


—No —la detuvo—. Me voy sola.


Las miradas atónitas volvieron.


—¿Sola? ¿Por qué ibas a irte sola? —preguntó Patricia mientras volvía a meterse el teléfono en el bolsillo.


Paula se sentó en uno de los taburetes, los hombros hundidos con el peso de su mundo en ese preciso momento.


—Porque necesito hacerlo sola —explicó, esperando que su familia lo entendiera. Alzó la vista hacia sus hermanas; ambas sostenían a un niño en los brazos. Los gemelos de Paola se habían despertado y estaban juguetones, de modo que se habían recogido el pelo. ¡Los niños eran pequeños pero fuertes!


Consideraban cualquier mechón que colgara como sus juguetes personales. Se parecía a la manera en que pensaba Odie, su gato, sobre todos los cables, colas, cordeles, y sobre la cola del cerdito. Cena, el cerdito que Alma adoraba, no disfrutaba el sentido del humor del gato cuando Odie perseguía su colita.


—Porque creo que la única razón por la que acepté la propuesta de Greg era porque me sentía dejada de lado. —Se encogió al anunciar aquello—. Paola acababa de contarnos que se había casado e Ivan había vuelto. Hasta yo podía ver por dónde iban los tiros. —Tomó la mano libre de sus hermanas, implorando con sus ojos verdes a los idénticos de ellas que comprendieran por qué tenía que hacer aquello.


—Lo hemos hecho todo juntas. Nos concibieron juntas y, desde entonces, lo hemos hecho todo juntas. Me sentía dejada de lado. Así que, cuando Greg se declaró, me aferré a él como a un clavo ardiendo. Era el hombre que me iba a mantener a vuestra altura. —Rio, pensando en lo grandes y musculosos que eran tanto Ivan como Manuel comparados con Greg—. Al pobre chico lo superaban en clase, dinero y músculos a cada instante. —Greg era sólo unos centímetros más alto que Paula, mientras que Ivan y Manuel medían más de 1,80 metros cada uno, con hombros enormes y un atractivo que se salía de todas las escalas.


Paula liberó las manos de sus hermanas y se sentó en uno de los taburetes.


—Sé que suena como si estuviera compitiendo con vosotras, pero ese no era el caso. Únicamente quería formar parte del club. Quería que me incluyerais. —Se encorvó aún más al admitir aquella revelación.


Paola y Patricia se limpiaron las lágrimas y se acercaron más a su hermana soltera.


—Sigues siendo parte del club, Pau. De hecho, Ivan sacude la cabeza cada vez que le hablo de nosotras tres. Cree que tenemos un club en el que no puede colarse.


Paula rio… Mejor dicho, hipó entre lágrimas ante la declaración de su hermana.


—Seguro que haces todo lo que esté en tu mano para asegurarte de que sabe que forma parte… — Patricia se ruborizó, y aquello confirmó las sospechas de Paula—. Así que esa es la razón por la que me voy de vacaciones. Voy a ir a pasármelo en grande, a beber hasta que me ponga contentilla todas las noches, a bailar y a enrollarme con un hombre guapísimo.


Maggie y Mary resoplaron incrédulas ante lo último que dijo.
—Seguro que sí.


A Paula no le gustó aquel comentario y fulminó con la mirada a su madre y a su tía.


—¿No me creéis capaz de hacerlo? —preguntó.


Las dos mujeres intercambiaron una mirada.


—Yo creo que puedes hacer cualquier cosa que te propongas —dijo su madre en voz baja poniendo una mano sobre el vientre de embarazada de Patricia—. Simplemente dime si tienes éxito para que empiece a decorar una habitación de bebé para ti.


Paula hizo una mueca con la boca. La fertilidad de las mujeres de aquella familia daba miedo.


—Tengo anticonceptivos —le dijo a su madre. Después miró nerviosa la tripa de Paula antes de coger en brazos a Javier, uno de los hijos de Paola—. Y puede que tengas razón, debería saltarme el romance tórrido. No debería ser un problema, porque voy a estar en un resort famoso por su atmósfera romántica. En serio, ¿cuántos solteros se aventurarían en un ambiente como ese? —preguntó riéndose.




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