sábado, 2 de julio de 2016
CAPITULO 12 (PRIMERA PARTE)
Él estaba de pie en su despacho, examinando el informe de actividades de Paula durante las dos últimas semanas. No había utilizado nada del dinero que había dispuesto para su uso personal; ni siquiera había utilizado las tarjetas de crédito que le había dado. Y lo que era más importante, no se había puesto en contacto con la agente inmobiliaria que le había buscado. De hecho, había ignorado cada una de las cosas que había dejado preparadas para ella mientras visitaba a su padre y concluía el asunto de traspasar las acciones de su padre a su nombre.
Ahora que era dueño de dos tercios de su compañía, había hecho una gira relámpago por varias fábricas y había fijado reuniones en París y Tokyo. A pesar de eso, sintió la necesidad de volver allí, deseoso de ver a una mujercita de impresionantes ojos verdes y con la sonrisa más increíble que jamás había visto.
Estaba furioso consigo mismo por haber vuelto y después de aquella mañana se dijo que no iba a caer en su trampa de ninguna manera. Había sido una aventura bonita e interesante, pero ya era hora de pasar página y volver al trabajo.
Al menos ese había sido su plan hasta que leyó el informe detallado de su equipo de seguridad y se enteró de que ella seguía en el mismo sitio donde estaba hacía dos semanas. ¡Se quedó lívido! ¿Por qué no estaba de compras? ¿Por qué no estaba por ahí comprando todos los zapatos ridículos que pudiera ponerse una vez y nunca más? Cuando se fue hacía dos semanas, se dijo que ya se la había sacado del sistema.
Había descifrado su personalidad mentalmente; había descubierto sus astucias de mujer y la había etiquetado.
¿Por qué no estaba haciendo lo que esperaba de ella? ¿Por qué no se metía en su papel? Aquella maldita mujer no estaba haciendo lo que se suponía que tenía que hacer.
Es más, al rechazar las cosas que podía ofrecerle, se sentía como si lo rechazara a él, ¡y eso no lo toleraría! No después de lo que habían compartido aquella noche.
—¡Paula, contéstame, joder! —Podía decir con sinceridad que nunca en su vida se había sentido tan confuso y enfadado con una mujer. Nunca había dejado que las mujeres llegaran al punto de poder enfurecerlo, pero Paula, esa pequeña descarada, había echado abajo una barrera que estaba decidido a reconstruir. Tan pronto como descubriera de qué iba y se asegurara de que estaba haciendo lo que se esperaba de ella.
Paula miró fijamente el teléfono y respiró hondo, tratando de calmarse.
—Perdone, ¿le conozco? —preguntó con sarcasmo. Podía sentir cómo crecía la rabia de Pedro a través del teléfono. Se sentía como si hubiera marcado un tanto y esperaba que él estuviera sintiendo una pequeña parte de lo que le había
hecho sentir durante las últimas dos semanas.
Pedro se puso aún más furioso.
—¿Perdona? —preguntó con un tono de voz frío.
Paula sintió un escalofrío, pero no se ablandaría.
—¿Le conozco, caballero? Creo que no. Suena vagamente como un hombre con el que cené hace tiempo, pero hace tanto que ya no lo recuerdo bien—. Se sentó en la silla de su escritorio, tamborileando el pie contra las baldosas mientras miraba en blanco hacia la fotografía soleada que había colgado en la pared hacía varios años.
Pedro no daba crédito a sus oídos. ¿Estaba jugando con él? ¡Eso no lo permitía jamás! Simplemente, las mujeres no jugaban con él. ¡La gente le temía!
¿Por qué no se metía en su papel?
Pedro respiró hondo y trató de calmarse y hablar racionalmente con ella. Era una empresaria. Tenía que atender a razones y seguir adelante con las cosas.
—¿Por qué no has ido a ver las otras propiedades? ¿Por qué seguís en vuestro edificio? Sólo puedo mantener a raya a Mike hasta finales de este mes, Paula. Lo sabes.
Lo sabía, pero eso no hacía que sintiera menos furiosa.
—No me he puesto en contacto con tu agente inmobiliaria simple y llanamente porque no tengo ni idea de quién es. Y si se suponía que tenía que ponerme en contacto con alguien, deberías haberme dado un nombre y un número de contacto. Todo lo que recuerdo es una vaga referencia a una mujer llamada «Diane» y a tu asistente. También recuerdo que dijiste que me llamarías a la vuelta. ¿Así que acabas de volver hoy?
Pedro cerró los ojos, tratando de tragarse el sentimiento de culpa que lo arrolló con su pregunta. ¡Él nunca se sentía culpable! Siempre mantenía el control y, si Paula quería que atendiera a sus menores deseos cada vez que estuviera en la ciudad, ¡iba a tener que pensárselo otra vez!
—Aterricé hace dos días.
Paula se sintió un poco más hundida.
—Ya veo —susurró, estudiando sus informes mientras parpadeaba tratando de contener unas repentinas lágrimas. No se esperaba que fuera a dolerle tanto—. Bueno, gracias por llamar Pedro. Agradezco la llamada de seguimiento. Si me das el número de tu agente inmobiliaria, me pondré en contacto con ella y dejaré que sigas con tu día.
¿¡Lo estaba despachando!? Pedro se aferró al teléfono cerrando los ojos para no decir o hacer nada de lo que pudiera arrepentirse más adelante.
—Paula, ¿por qué no te pusiste al habla con mi despacho? Mi asistente tenía toda la información para ti.
Paula puso los ojos en blanco.
—Te repito que si querías que me pusiera en contacto con alguien, sólo tenías que decírmelo. Estaré encantada de ayudarte como me sea posible.
¡Perdió los papeles!
—¡Esto es para ti! —espetó. Frotándose el rostro con una mano, miró a su alrededor. Tenía reuniones toda la tarde y cuatro eventos en su agenda para esa noche.
—Te recojo en una hora, Paula. Vamos a ver los locales y vas a escoger uno hoy mismo. Después le vas a decir a mi asistente todo lo que haya que reparar y se habrá hecho a finales de esta semana. El próximo lunes, quiero que tú y tus hermanas estéis felizmente instaladas en vuestra nueva sede. ¿Queda claro?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario